
En nuestro tercer viaje a Arlington Virginia cerca de Washington DC en Estados Unidos, en esta ocasión venimos para atender a nuestro hijo menor, que jugando en un partido de futbol de la universidad fue lastimado seriamente.
Al enterarnos, lo primero que se nos vino a la mente fueron los gastos que esto generaría, solicitar el permiso en el trabajo, el viaje en avión, el frio del lugar. Al saber la fecha de su cirugía, tuvimos que prepararnos espiritualmente y mentalmente. El amor es más fuerte que todas las preocupaciones.
Un día antes de la cirugía, al llegar al aeropuerto me percate de algunas situaciones incomodas, la pandemia nos ha limitado mucho, nos ha distanciado y generando incertidumbre. Pero nuestro viaje tenía un objetivo y no podíamos permitirnos tener miedo, necesitábamos continuar nuestra jornada. Lo primero que hicimos al llegar al lugar, fue buscar el horario de misas ya que es una universidad católica, buscamos estar un tiempo en silencio para tener paz y alejar el ruido de la cabeza.
Después del día de la cirugía nos dimos cuenta que no sería fácil, pensé en irnos al hotel y rentar un carro para estar mejor atendidos, comer mejor y mayor comodidad. Pero solo estaba pensando en mí y en mi esposa. Estaba con la fuerte idea de que sería mejor pasar estos primeros días de recuperación en el hotel solo los tres.

Pero en esta ocasión nos percatamos que el esfuerzo que nuestro hijo tenía que hacer para moverse en el hotel, necesitaríamos una silla de ruedas por lo menos 7 días, rentar un carro más grande para trasladarlo y estar moviéndonos de un lugar a otro. Finalmente desistimos de la idea, de cualquier manera, necesitábamos hacer varias cosas dentro del campus los reportes del juego, el reporte médico, etc., cambio de lugar para su recuperación.
Tal vez esta pequeña narración de nuestra decisión no tenga mucha importancia, pero lo que sí es importante la manera que la fuerza del amor y la amistad pueden hacer por alguien. Dormir en un dormitorio de un colegio y comer en el colegio no es cómodo sobre todo si ya no tienes 20 años. Pero lo que me lleno de alegría es la energía que tienen las amistades, el apoyo, la caridad, nos ayudaron con un carro, para movernos, comprar comida, hacer comida en el dormitorio y compartirla, de repente en vez de tener un hijo se multiplicaron en 11, el primer día fue de locos, entrando y saliendo del dormitorio, música, ruido, bueno me pregunte ¿a qué hora van hacer la tarea o irse a dormir?, pensé de nuevo en mí, “me quiero dormir” pero si lo pensante muy bien ellos nos estaban dando su hospitalidad a su manera.
El grupo se compone de una parte de sus compañeros del equipo de futbol, uno de ellos nos prestó su dormitorio todo el tiempo, otros sus carros, varios de ellos nos dieron comida, otra amiga de nuestro hijo nos llevó a cenar; por medio de la matrícula de nuestro hijo pudimos usar el transporte de la escuela y pasear por el campus.
Visitamos la capilla del campus todos los días, otra de las sorpresas es que el cultivar las amistades recibes las bendiciones de todos lados, nuestro hijo tiene ese carisma de tratar bien a las personas, cuando fuimos a la cafetería, esa bendición que no la esperábamos, nos dieron cajas de comida recién hecha, “nos dijeron lo que necesiten”.
Pero la constante de todo esto es la fuerza del amor de las personas, son tantas personas que no podemos nombrarlos a todos sin que se nos escape alguno; los del equipo, la cafetería, los choferes del camión, las amigas, unos latinos otros anglos, pero todos hijos de Dios.

Esta experiencia me hizo recordar los años de universidad, nunca olvido el compañerismo, el trabajo de grupo es mejor que solos.
Desafortunadamente la parte oficial de la escuela, “brillo por su ausencia”, incluso algunos maestros no creían que nuestro hijo tuvo una cirugía, no había nadie del departamento de atletismo o simplemente alguien de los directivos como una llamada para al menos preguntar cómo fue.
Toda la ayuda lo recibimos de la gente sencilla, de la que, igual que mucho de nosotros estamos en la batalla de todos los días, para salir adelante. Estoy agradecido mucho con Dios por la bendición de la presencia de toda esta gente y por haber tenido la oportunidad de la experiencia del colegio otra vez y con la alegría de los jóvenes.
Si eres papa goza de tus hijos cada momento y de vez en cuando no perdamos de vista del buen humor de ellos, debemos de atrevernos a sentir incomodidad de vez en cuando y así recordar los que nuestros hermanos y hermanas de la gran familia humana que no tienen las mismas oportunidades que nosotros y que padecen de muchas necesidades.
Tal vez como una ofrenda minúscula, como una minucia dormir en el suelo, en un pequeño cuarto, menos privacidad, la comida que no comes en tu dieta, desveladas, y camitas largas, lo ofrecemos con amor por la esperanza de ser amado y amar a los demás.
Bendiciones a todos.
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